Monday 25 April 2011

Viernes de Dolores 2003.

 Madalina Cobián.
Tomada del Cuaderno de cuentos “Páginas Sueltas”

   En aquellos momentos, yo no comprendí a mi madre, o mejor dicho, no conocía la razón ni la magnitud del dolor que la llevó a la demencia.  Sí supe  que algo grande había pasado, una alteración popular  repentina en la ciudad  que ocasionara frecuentes bullicios, violencia y agresividad, de las cuales, Mamá trató de mantenerme alejada para no afectarme.  Sólo noté la ausencia de mi padre y mi hermano Tony que contaba con veinte años.
    Yo todavía jugaba con muñecas, por eso, cada vez que Mamá se ausentaba, con mucha frecuencia últimamente por cierto, y regresaba tratando de disimular sus llorosos ojos, me dejaba en casa de la vecina Caridad, que era la única persona del barrio que no se había alejado de mi casa, y que además continuamente alentaba a Mamá, dándole ánimo y diciéndole que Dios iba a permitir que todo saliera bien, que nada malo iba a pasar.
   Cuando yo preguntaba que cosa era lo malo que podría pasar, me contestaban que podría ser una posible epidemia de dengue o  algún accidente automovilístico, el cual yo relacionaba con Papá y Tony y su presunto viaje al interior a cumplir con tareas agrícolas.
    Una tarde, después de una de sus largas ausencias, Mamá regresó triste, pero algo esperanzada.  Después de arreglarnos para salir, pasamos por la casa de Caridad y oí cuando mi madre le dijo muy bajito.
    -“Hoy no, Caridad.  Me van a permitir verlos a las nueve de la noche y quiero llevarla para que la vean.”
    Llegamos a un lugar lejano y extraño, desconocido entonces para mí.  Allí nos hicieron sentar en un banco de frío concreto,  después de darnos la  orden de esperar.  Pasaron largas horas.  Yo me quedé dormida  sobre el asiento con la cabeza sobre las piernas de mi madre, que esperaba muy quietecita  con una sonrisa en los labios.  Me despertó la voz de un hombre de uniforme que le dijo a Mamá:
 -“Lamento informarle que la visita no puede efectuarse esta noche, sino mañana por la mañana a las 9 a. m.”
   Mamá, entristecida al principio, pronto se recuperó, apoyada en la esperanza  de que algo bueno iba a suceder al otro día.  Durante el camino a casa, hablaba sola,  muy bajito,  pero yo no la entendía.  El sueño no me lo permitía.
   Por la mañana,  me levantó muy temprano y emprendimos el camino de la noche anterior.  Cuando llegamos, nos recibió otro hombre vestido como el de la víspera, el cual comunicó a Mamá:
-“Sus familiares ya han sido ejecutados y enterrados.  No podemos darle la localización de sus tumbas, por lo que pueden retirarse.”
   Mamá se desplomó en el piso.  Yo comencé a gritar asustada por verla en el suelo, no por otra cosa, porque fui incapaz de entender el significado de algunas palabras, y mucho menos de asociar la palabra “familiares” a mi padre y hermano quienes suponía  viajando.
   Cuando se recuperó, emprendimos el viaje de regreso a casa,  pero sin mencionar una sola palabra.  Y así fue hasta el final de sus días. Sentada en un sillón, esperando tranquilamente el regreso de sus seres queridos, con una sonrisa en los labios.
   Caridad se portó muy bien con nosotras.  Trató de explicarme de cierta manera las cosas para no hacerme sufrir mucho, pero yo no la entendí bien, o mejor dicho, no me gustó su versión de los hechos y decidí auto convencerme del viaje emprendido por mis familiares, pero siempre conté con  su maternal cariño  y su atención a Mamá hasta que Bienestar Social  la recluyó  en un hospital  y a mí me internó en una escuela para niños en mi situación.  Allí  transcurrió mi existencia de forma consecuente con la vida social convencional, lo que me ayudó a olvidar la causa de la desaparición de mi padre y hermano y la pérdida de la razón de mi madre.  En esa escuela estuve hasta convertirme en un ser social independiente, capaz de realizarse en la vida y construir su propia familia.
   Pero la vida parece estar basada en principios cíclicos, o parece algo así como la serpiente que se muerde la cola, o quizá,  lo que algunos llaman destino  es algo parecido a la suerte de una roca  que tiene que ser siempre golpeada por ese mismo mar, con esa misma fuerza brutal de cada vez que se encoleriza, con esa misma fuerza destructora  del eterno fuego  del infierno que nunca se apaga.
   Después de los acontecimientos violentos que mantuvieron la ciudad en tensión por más de 12 horas, en los que estuvo involucrado mi hijo de veinte años, luego de varias noches de insomnio,  angustias y gestiones infructuosas, fui citada para ir a verlo junto con mi hija, en el día de ayer, a las 9 de la noche, al mismo lugar donde fui con mi madre por primera vez, hace más de cuarenta años.
   Por inconvenientes desconocidos, no pudimos verlo anoche y nos citaron de nuevo para hoy a las 9 de la mañana, recibiendo la misma respuesta que recibiera Mamá hace más de cuarenta años.
  Yo no me desplomé en el piso, ni perdí la razón, pero caí en un estado de meditación profundo en el que trato de hallar respuesta  a esta ironía del destino.  Y heme aquí, acariciando la tierra bajo la cual pudieran estar los restos de mi hijo, o los de los hijos de otras madres, que hayan estado involucrados en  ese mismo tipo de problemas,  mientras invoco a Dios:
  -“Oh,  Señor, ¿Es que acaso la capacidad de maldad del poder del hombre sobre la tierra deberá ser eterna como el fuego del infierno?”

El Diablo y la Madre.

El Madalina Cobián.
Tomado del cuaderno de cuentos “El otoño de una mariposa”

  El Diablo, celoso de los tantos honores que los hombres rinden a la Madre y molesto porque el amor de esta era capaz de impedir que las malas acciones se realizaran y que los hombres se perdieran, envió su hijo a la Tierra para que probara que el amor de Madre era algo falso e innecesario.  Lo hizo médico, especialista en varias ramas como la psicología, psiquiatría y genética para que sus conocimientos lo ayudaran a probar su teoría y le proporcionó recursos que lo ayudaran en ello. El Diablo llamó a su hijo, Presto.
   Presto comenzó por narcotizar y secuestrar a Ofelia y a su hijo Emilito de seis años.  Los llevó a una mansión abandonada en las afueras de la ciudad y los encerró en habitaciones diferentes, de paredes acolchonadas para evitar la comunicación.
    Cuando Emilito se recuperó se encontró en una  habitación  llena de juguetes y  golosinas.  Su primera reacción fue de agradable sorpresa y comenzó a disfrutar de los privilegios de la habitación, pero pronto se percató de la ausencia de su madre y comenzó a preguntar por ella, a lo que Presto comenzó a dar respuestas predeterminadas para la conducta que esperaba conseguir del niño.
- “Estás aquí porque tu madre no te quiere porque la molestas mucho.  Te haces pipi en la cama, haces mucho ruido al jugar, se ve obligada a bañarte, a lavar tu ropa, a hacer tu comida, a llevarte al médico, llevarte a la escuela, ayudarte en las tareas, a velar tu sueño y no la dejas descansar.  Por eso te regaló a mí.  Yo te voy a dar todo lo que necesitas.  Aquí no tienes obligaciones de ir a la escuela ni hacer tareas.  Sólo tendrás que jugar y comer dulces.  Ella necesita descansar y vivir su vida libremente. No la llames porque ella no va a volver nunca más.  No quiere sabe de ti. Su vida va a ser ahora como la de una paloma que vuela libremente sin pensar en los dolores de cabeza que tú le creas. Ella no te quiere.  No quiere saber de ti”.
   Mientras el niño lloraba reclamando la presencia de su madre, Presto continuaba sometiéndolo a torturas psicológicas que acabaron convirtiéndolo en un niño enfermo, triste, inapetente y lleno de pánico.
  Por su parte, la madre al verse encerrada y separada de su hijo, comenzó a clamar por este a lo que Presto dio las respuestas predeterminadas para crear la conducta deseada en la madre.
    -“Tu no te llamas Ofelia, ni nunca has tenido un hijo.  Estás en un Hospital Psiquiátrico para curarte de esa obsesión de maternidad que te abruma.  Eres una mujer soltera que nunca se ha casado ni ha tenido hijos.  Estás confundida.  No eres quien te imaginas que eres. ¿Quién es Emilito? No conozco a nadie con ese nombre.  Aquí no hay niños ni nunca lo habrá.  Deja de alucinar pensando en niños.  Vamos a medicarte para que descanses.  Pronto entenderás y recocerás cual es tu verdadera personalidad.  Cuando la reconozcas verás que tranquila te vas a sentir.  No te rebeles.  Déjate llevar.  Verás que tranquila te vas a sentir cuando encuentres tu verdadero yo”.
    Y así sometiendo a Ofelia a esa tortura psicológica sumado a tratamiento de drogas y estupefacientes fue aniquilando la voluntad de Ofelia convirtiéndola en una  zombi que sólo abría la boca para rogar a Dios y pedirle salvara a su hijo.
  A las súplicas de Ofelia, como a las de toda madre, Dios respondió y envió a tres de sus ángeles para salvarla de la injusticia de Presto.
  -“Presto – dijeron lo ángeles – es la voluntad de Dios que liberes a esa mujer y la dejes reunir con su hijo.”
  - “No. – Contestó Presto – La ciencia tiene su lugar en el mundo y hay que darle la oportunidad de que pruebe su teoría.  Yo tengo que probar que un hijo puede ser borrado de la memoria de la madre y ser olvidado para siempre.  Así se sabrá que el amor de madre no es lo grandioso que todos dicen que es, sino que  es tan común y vulgar como cualquier otro amor que se pueda olvidar.  Y así mi Padre Satanás poseerá las vidas y las almas del niño y su madre;  me reconocerá como su hijo predilecto y me premiará con toda la gloria y la riqueza del mundo.”
   Los ángeles, dispuestos a dar curso y solución a la situación como Dios manda, le contestaron:
- “Presto, el Señor te da tres meses para que puedas probar tu teoría.  Si en tres meses puedes probarlo, desafortunadamente poseerás las vidas del hijo y la madre, pero no sus almas y el mundo se verá privado del amor, de la ternura, de la creación, de todo lo que una madre es capaz de dar.  Pero si en ese tiempo no lo puedes probar, la tierra se abrirá bajo tus pies y serás tragado por un túnel de fuego, mientras el niño regresará a su madre y el amor de esta seguirá reinando en la tierra”.
  Pasados tres meses de tortura, Presto volvió a interrogar a sus cautivos.  El niño yacía desfallecido sin comer y sin dormir como la ramita seca de un árbol. La madre, exhausta, carente de voluntad, dispuesta a decir que sí a todo lo que le preguntaran, yacía en el piso en grado extremo de extenuación.
   Presto la interrogó:
- ¿Quién tu eres?
- No lo se. –contestó ella.
- ¿Quién es Emilito? –volvió a preguntar Presto.
- No lo se. – volvió a contestar ella.
- ¿No conoces a Emilito? –Insistió el.
- No, no lo conozco. ¿Quién es Emilito?- Contestó ella sorprendida.
- ¿No lo recuerdas? – Volvió a insistir él.
- No. No lo recuerdo. – repitió ella.
   Presto dio un salto de alegría mientras gritaba:
-“¡Victoria! ¡Victoria! ¡Lo logré! ¡Lo logré!”.
 Como un loco se echó a correr para comunicar la noticia a todos, cuando algo lo detuvo.  Desde el piso, sujetándose el vientre, Ofelia continuaba hablando:
- No, no lo recuerdo.  No lo recuerdo.  Pero hay una sensación en mi vientre que me dice que Emilito está aquí y que el es mi hijo.
     Presto emitió un grito desgarrador al ver que bajo sus pies se abría un cráter que comenzaba a devorarlo mientras el gritaba:
    Necesito más tiempo.  Necesito más tiempo.
   A lo que los ángeles contestaron: “
 -“A las malas acciones no se les da una segunda oportunidad.”.
 La puerta de la habitación de Ofelia se abrió para dejar pasar a Emilito que se acurrucó entre los brazos de su madre para seguir amándola y ser amado para siempre.
   













CORO DE IGLESIA SAN JUDAS Y SAN NICOLAS DE LOS SITIOS, LA HABANA, SOLICITA AYUDA.

    El coro de la iglesia de San Judas y San Nicolás,  sito en la calle de este mismo nombre, en Los Sitios, Centro Habana, comunidad  muy pobre de La Habana, el que fuera otrora muy renombrado por su servicio a la Comunidad y a los requerimientos del Cardenal Jaime Ortega, quien mucho lo aplaudiera, lo alabara y hasta lo tributara, con su generosidad, está sufriendo una gran crisis.
   El pasado mes de Septiembre del 2005, la mencionada iglesia fue asaltada y dentro de los objetos de valor robados, se encontraron todos los instrumentos musicales del coro: piano, guitarra, bajo, procesador eléctrico, amplificadores y demás.  Desde entonces, cada domingo las misas y actividades religiosas continúan cantándose a capela, pues aunque los miembros del coro están reuniendo dinero para volver a comprar los instrumentos, el precio de estos no está asequible a la economía de ellos.  Por lo que rogamos a las personas de buena voluntad que quieran contribuir a la recuperación de los instrumentos, su ayuda, ya bien en efectivo o en instrumentos musicales,  aunque sean de segunda mano.  Todo lo que se pueda colectar para el coro será agradecido en nombre de sus miembros y su Iglesia.
   Agradeciendo su atención, con la Gracia de Dios,
  Diego Manuel Contino Sarracén
         Director del Coro
    Para más información contactar con:
 e-mail: madalinacobian2008@yahoo.com,  Tlf.8626476.
  Diego Manuel Contino Sarracén
   Antón Recio No. 218. Altos. Entre Gloria y Esperanza.
  Habana Vieja. Ciudad Habana. Cuba.