Bizerta Sánchez.
… febrero en la ciudad...
Amor, compañero de tantos años:
Vuelvo a escribirte ,tengo sed de ti y mi única agua es el escribirte, sé además que así te obligo, mientras lees, a pensar en mí, a no pensar en nadie más que en mí. Y yo no quiero que tú pienses sino en mí ¡caramba! Hay algo de cierto en lo que tú dices sobre la lejanía. Un tumulto de palabras surgen y bañan a nuestro amor niño, nuestro amor arlequín, nuestro amor payaso, es nuestro hijo ¿no lo ves. Es así, como te alcanzo y te poseo en la fantasía, mientras tanto te estrecho en tu espacio y tiempo reales.
Mi querer, dentro de dos horas serán las diez, nuestra hora y ya empieza a temblar mi corazón, ¿no lo sientes? Yo quisiera enredarte entre los labios con mi aliento, tocar tu pulóver, tu camisa, los libros de tu librero, esparcidos por todos los rincones de la habitación o cualquier cosa. La verdad es que sufro por tu ausencia, aunque sé que debo… y que quiero…
Parece que tengo ganas de escribir mucho, y en líneas apretadas el corazón me desborda. Así que la presente, saca nuestra historia de un bolsillo, como el mago saca flores y pañuelos del sombrero.
¿Recuerdas? Empezó así.
No tengo presente a punto fijo cuando fue ello. Lo cierto es, que estaba conversando con un grupo de amigos y amigas, sentados en un parque, cuando apareciste, yo te miraba, me complacía y te hacía fluir la sangre a la cara. Me preguntaba, qué diablos, estabas haciendo entre nosotros tú, tan joven. Más tarde mientras los otros se alejaban, tú previste quedarte en la frescura de la tarde, te acercaste y nos conocimos.
Habrá, pues, que decirlo: te amo.
¿Me amas? Como yo amo tu voz, tus ojos, tus manos donde la palma aún conserva una misteriosa suavidad de infancia…
Tu vejez, sobre todo, lo que tú has llamado vejez, es para mí el trofeo del honor, aún te siento existir en mí con la energía de una roca, aunque me gustaría a veces, en este instante, por ejemplo pasear contigo, reñir incluso, cinco minutos y luego hacer las paces.
Sólo lo que quiero con esta carta es un viaje. Un viaje hasta ti, hasta la quieta luz que tú eres dentro de mí. Pero en estos momentos has venido a verme y descansas como una llama que resplandece sobre mi ventana. Sé que me buscarás, a tientas en la oscuridad, al entreabrir una rendija, tú me inundarás el cuarto, entonces tendré sobre mis labios el calor de los tuyos…
Tengo miedo. De éste amarnos demasiado, tú y yo, aquí estamos otra vez separados; no era suficiente, entre nosotros, la barrera de los años, tenía que interponerse también el espacio.
Eres increíble, después de una semana de ceguera pasional como quien va en busca del arco de colores. Y me convenzo de que, más que cualquier presencia, es la ausencia la que nos hace fuerte.
Naturalmente no te habría escrito sí tú no vivieras tan lejos de mí.
¿Fue una ilusión mía o noté una sombra de melancolía en tu cara, mientras te alejabas en el carro que te llevaba? …¿Qué te parece sí nos encontramos a mitad de camino? ¿El próximo sábado, por ejemplo?
… espero tu carta, que todavía no llega.
Tuya
Camine tu deseo y nunca se detenga
Que en susurros con el viento
No se agoten la risa y el verso
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