Madalina Cobián
Tomado del cuaderno de cuentos “El otoño de una mariposa”.
Se acercaban los días finales del mes de Agosto. Se acababan las vacaciones y los alumnos se preparaban para ir a la escuela. Desde que me retiré sentía los meses de Septiembre con mucha nostalgia. Añoraba el aula después de 37 años consecutivos frente a alumnados de distintos niveles. Ya casi este inicio de curso iba a pasar como los doce anteriores, cuando surgió algo que me inquietó.
Cuando regresaba de buscar el pan, me encontré con Ramón, antiguo compañero de trabajo que me preguntó:
- ¿Profe, ya se enteró?
- ¿De qué? -Le pregunté.
- Hay una nueva convocatoria para los profesores retirados. Aumento de salario, plus por condiciones de trabajo. Reconocimiento de la antigüedad anterior, más la adición del nuevo tiempo de servicio con un alto porciento de bonificación para sumar a la pensión cuando se produzca un segundo retiro. ¡Y todo eso sin tener que renunciar a la chequera!
- ¡No me digas! ¡Que bueno está eso! ¿Te vas a incorporar? – le pregunté.
- ¡Por supuesto que sí! Ya me contraté en el Instituto Tecnológico de Economía que queda a dos cuadras de aquí. Y Ud. ¿No se embulla? Se están priorizando a los profesores de Español y Literatura como Ud. dado a la gran necesidad de mejorar la ortografía del alumnado y de los profesores jóvenes.
- ¿Si? ¿Entonces eso debe ser como una nueva Campaña de Alfabetización?- Pregunté yo, recordando los logros de los viejos tiempos.
- ¡Por supuesto! ¿Y quienes mejores que nosotros para llevarla a cabo?
- Está bien. Lo voy a pensar. Gracias.
Cuando llegué a mi casa, comencé a hacer un análisis de mi situación económica, de la situación ortográfica del país y de mi nostalgia por el aula, y luego de largo rato terminé convenciéndome a mi misma de lo útil que yo podría ser todavía y de lo útil que me podría ser esa entrada de dinero, siempre que el sacrificio no fuera mucho. Además tenía que pagar el refrigerador y el aire acondicionado nuevos que compré a crédito a cambio de entregar sin remuneración alguna, mi equipo de aire ruso y mi refrigerador americano, cosa que hizo todo el mundo en mi país y que el banco me estaba descontando de la chequera..
Al otro día me presenté en la instalación que ya me había mencionado Ramón, por ser la más cercana, a buscar información. La Manzana de Gómez. Edificio secular de cuatro plantas que ocupara toda una manzana urbana, como decía su nombre, donde a inicios de Siglo XX se desarrollara casi toda la actividad comercial de la ciudad. Pudiéramos decir que el Trade Center de La Habana con un siglo de su historia económica.
No había luz en los bajos, ni en las otras plantas tampoco, salvo una lámpara de luz fría a la entrada de la segunda planta a la salida del primer tramo de escalera, enrejada, además. Los pasamanos de la escalera competían en opacidad con el piso de cada planta, lo que indicaba la ausencia de agua en el local. La primera impresión que me dio la escuela fue la de una cueva de murciélagos cuando entra un rayo de luz. Me imaginé el aletear de estos animales por sobre mi cabeza y por todos lados y me estremecí un poco, pero seguí. Yo había pasado por cosas peores en otros momentos. El ascensor estaba roto, y no se iba a arreglar porque ese tipo de ascensor ya no se fabricaba... Tuve que subir cuatro tramos de escaleras de puntal alto. Me llené de fuerzas y comencé a subir. Al llegar al segundo descanso de la escalera encontré una señora de unos cuarenta años que parecía profesora y se encontraba recesando su subida para respirar, mientras murmuraba en voz alta:
- ¡Que va! Esto no es pa´mí.
Traté de no oír sus palabras y proseguí mi ascendente y lenta marcha, ahora ayudando mi respiración con el abanico. Llegué a la tercera planta donde la única luz que penetrara fuera la de las ventanas y las puertas. Penetré a lo que se suponía fuera el Departamento de Humanidades. Dos mesas para que los profesores trabajaran y varias sillas, ninguna de ellas sanas, dos muebles de pared y un gavetero, los tres en el mismo estado de las sillas. Allí me encontré entre otros profesores a dos conocidos, ya retirados, una de ellas, mi amiga Noelia, profesora de Historia, que me acogió con alegría. Cuando me identifiqué con la Jefa del Dpto., se puso muy contenta y me explicó mi contenido de trabajo: cuatro grupos, frecuencia cuatro, lo que significaba que tenía que ir todos los días a la escuela, pues se incluía el día de la superación, como día de permanencia en el centro. No había programa ni Orientaciones Metodológicas, ni libro de texto para preparar clases. Una profesora novel con la que debía compartir el año, gustosamente me prestó su planeamiento para que tomara como guía para preparar mis clases. Yo también le expliqué a la Jefa de Dpto. mis condiciones personales actuales de vida y salud que yo presuponía se tuvieran en cuenta a la hora de mi ubicación en el horario y demás.
Como todo hasta ese momento era parte de la fase informativa, regresé a mi casa a darle taller a lo que podría ser mi nueva vida laboral y después de un primer análisis de esa situación, me resultó no del todo convincente. Tomé el teléfono y le pedí a mi amiga Noelia que por favor me disculpara con la J´. de Dpto., pero que yo no estaba en condiciones de asumir la responsabilidad de esa tarea. Ella aceptó hacerlo, pero a la noche siguiente me volvió a llamar de parte de la J´. de Dpto., para pedirme que volviera a conversar con ella y revalorar algunas situaciones.
Al otro día, me presente y encontré que mi horario había sido reducido a dos grupos con turnos dobles en solamente dos días más el de la superación, incluyendo en esos días la superación a los maestros nuevos. La situación era más suave. Inmediatamente se realizó todo el trámite burocrático y la Administradora me llevó ante el libro de firma que me correspondía y me indicó:
- No importa a la hora que Ud. llegue. Ud. siempre firmará un minuto después del que último llegó. Si ese llegó a las 7.40. Ud. firmará a las7.41. Luego firma la salida a las 12.m., entrada a la 1p.m y salida a las 5.p.m.
- ¿Y si me voy a las 12.m?
- También debe de firmar 5.p.m.
Entendí perfectamente. Y así lo hice, aunque no era lo que yo acostumbraba a hacer cuando era trabajadora.
Los dos primeros días que trabajé quedé sorprendida de ver como trabajaban profesores y alumnos tan abnegadamente y como los empleados de limpieza se esmeraban en mantener limpios los locales sin haber agua en el edificio. Los alumnos no eran tan indisciplinados como me habían contado y para mí eran más bien heroicos, pues permanecer en el centro estudiando o trabajando de 8 a. m a 2.40 p.m. sin merienda ni almuerzo, era una tarea dura.
Cuando llegué a mi casa y entré a bañarme, quedé petrificada al mirarme en el espejo. Mis ojos parecían dos tomates maduros: ¡CONJUNTIVITIS! Tuve despojarme de los lentes de contacto e ir al médico inmediatamente. Me dieron siete días de reposo.
Luego que pude salir a la calle, llevé el certificado a la escuela y me dirigí al banco a preguntar que pasaba con mi chequera de jubilada, pues ese mes el banco no me había depositado dinero en la tarjeta magnética. Cual no sería mi sorpresa cuando al verificar mi tarjeta la empleada del banco me informara:
- Su pensión ha sido cancelada, pues según el informe del Seguro Social, UD. NO DA FE DE VIDA desde hace algún tiempo. Vaya al Seguro Social, sito en Muralla 1 para aclarar su situación.
Quedé atónita. Sentí como si un tren me hubiera pasado por encima acabando con mi existencia. No dar fe de vida significa no estar vivo. El ser vivo tiene dos formas de existencia: o está vivo o está muerto. La palabra Fe significa Creencia. Si no se tiene creencia de que alguien está vivo, es porque se considera muerto. Ni siquiera se utiliza el término Paradero Desconocido. No dar fe de vida equivale a estar fallecido, de lo contrario, ¿por qué se suspende inmediatamente la pensión del jubilado si no es por el hecho de que los muertos no cobran? ¿A dónde habría ido a parar mi vida laboral y el resultado de mi trabajo de 37 años que aunque no alcanzaba para mantenerme, era una ayuda económica?
Me dirigí a Muralla 1 donde me argumentaran que yo estaba reportada en ese estado desde el día 15 de Abril de este año, que desconocían por que causa, porque el Inspector era un hombre muy serio en su trabajo, pero que eso se resolvería en esa semana, pues era un martes y eso estaría listo el viernes siguiente. En ningún momento me pidieron disculpa por el error cometido, ni siquiera una palabra esperanzadora de que después de matarme sin más ni más, podrían hacer el esfuerzo por resucitarme en poco tiempo
Volví el siguiente viernes, pero no fui sola, sino acompañada de un hijo, porque ya me sentía protagonista de la película “La muerte de un burócrata”, entonces otra empleada que me atendió me dijo con la mayor indolencia y casi culpándome por estar viva, que eso sólo podría resolverse dentro de quince días o un mes e intentó explicarme todo el proceso burocrático que conllevaba. Cuando terminó, mi hijo le contestó:
- Todo eso que me explica está muy bonito, pero eso no lo entiende ni el bodeguero ni el carnicero, ni las empresas de luz y teléfono, por tanto, no nos vamos de aquí hasta que no le den su dinero a la vieja mía.
Lo que se formó allí fue el acabose, gritos, lágrimas, llamadas por teléfono a dirigentes que no aparecieron nunca y por último acordaron llamar al inspector que me informó fallecida, el cual me pagó con el dinero de su bolsillo, previo recibo, la pensión del mes de Septiembre y aceptó pagar igualmente la de Octubre pues hasta Noviembre no quedaría habilitada mi tarjeta magnética con mi pensión.
Regresé a casa y me dediqué a analizar mi situación.
Con un click de computadora había desaparecido de la faz de la tierra toda una historia laboral de la vida de una trabajadora. Con esa misma facilidad, podría desaparecer la propia trabajadora, cuando expuesta a epidemias y a plagas por las condiciones insalubres del lugar, enfermara inevitablemente, y después, la vida seguiría su curso.
Volví a la escuela y después de pasar por el revoloteo de los murciélagos que se dirigían al matutino, me dirigí a la dirección para solicitar la cancelación de mi contrato. Cuando bajaba las escaleras mientras los murciélagos volaban ruidosamente hacia sus aulas, vi a Ramón que subía las escaleras mientras parecía contar los peldaños con los pies.
- Buenos días Ramón.
- Buenos días Profe.
Salí de la escuela sin ninguna nostalgia, sin ninguna añoranza docente. Me sentí libre por haber salido de un mecanismo económico indolente que daba muerte con un click de computadora y luego se tomaba todo el tiempo del mundo en un proceso burocrático para resucitar al que nunca murió. Decidí que la deuda del crédito con el banco quedaría pendiente después de mi muerte, si alguno de mis herederos no decidía asumirla, o de lo contrario el banco podría dar orden de retirarme los equipos comprados. Después de mi muerte, ya no me harían falta. Me percaté que en realidad al no dar Fe de Vida para el seguro social, de una forma abismalmente negligente, superficial e indolente, también habían dado muerte en mí a la profesora.
Nota.- Tres meses después, ya restituida mi chequera, recibí una notificación del banco en la que me comunicaban que debía presentarme en este a actualizar mi situación, pues debido a no haber abonado durante ese tiempo las mensualidades correspondientes por la compra del refrigerador y el aire acondicionado, iba a ser demandada ante los tribunales. Me presenté inmediatamente y después de dejar bien sentado que los muertos no pagan deudas, procedí a pagarla cuando supe que si no lo hacía, la administradora, que no tenía culpa de mi defunción, sería sancionada y tendría que pagarla de su propio dinero.
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